sábado, 26 de abril de 2008

Alejandro Archain

de El Jardín y sus detalles


Círculos


Parcela mínima, pequeña,
contagioso rictus de las hojas,
esmero del viento
por encima de las manos.
Jardín en círculo, en otro,
repetición permanente.
Colores mezclados,
aromas,
persistencia del gris
como tonalidad de fondo.
Rostro de azul y lila en la
tormenta.
Estar alerta
como si lo color cambiara en lo tocado,
lo tibio o lo borrado.

Más que una ilusión en mí
es detener lo que en el fondo impide
anclar en vilo
entre los rayos de la tarde
y dejar secando las últimas palabras
al calor del aliento.

Ir, venir,
jugar a ser en el jardín sonoro.
Allí la paciencia
es un clavo contra la palma de la mano,
el cuello duele al volver la cabeza
y la mirada fija adivina
los próximos pies
en el camino:


ciega, a veces,
no atina a posarse donde quiere,
balbuceante el paso se encamina,
deletreando apenas un sentido
y un orígen.
Lo atrás es una cartografía anónima,
una voz relatando en off lo transcurrido,
lo repetido como portada de una historia
que restituye a sí misma lo quietito
en el calor de una caricia.
Ese quedo a la espera
de otra cosa.

No por igual el sendero me conduce
no por miguitas tiradas al azar
o por marcas más o menos familiares,
solo el ritmo del canto que a lo lejos
me entrega sensaciones
en el vientre.

Por mínimo el jardín es casi todo.
Por imágen repetida
muda a sepia el último contorno.
Nos iguala
el ojito atento de la abuela
danza animada de hormigueros
al quedito calor de alguna siesta.

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