sábado, 26 de abril de 2008

El poeta Juan Gelman recibió el Premio Cervantes

UNA POESÍA MARAVILLOSA Y CIERTA,
por Daniel Chirom


El premio más importante de las letras hispanoamericanas, el Cervantes, fue entregado anteayer al poeta Juan Gelman, de 77 años de edad, de manos del Rey de España en una ceremonia conmovedora. El poeta llegó al Paraninfo para recoger el premio Cervantes 2007 acompañado de su esposa y nietos. Estuvieron presentes en la ceremonia la Reina Sofía, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el ministro de Cultura, César Antonio Molina. El escritor argentino Gelman ha defendido la vigencia de la poesía en estos "tiempos mezquinos" y "de penuria".

Cuando en 1997 Juan Gelman recibió el Premio Nacional de Poesía de la Argentina habló contra la política socioeconómica del gobierno de Carlos Menem, de "los esbirros de la dictadura militar que pasean impunemente por las calles del país y por los cargos públicos" y dedicó su premio a las "víctimas con vida" de la dictadura, "a las víctimas que se dio en llamar desaparecidos, a los que luchan en las rutas de Jujuy en las carpas de protesta de los maestros de Buenos Aires", a su hijo y nuera desaparecidos y "al hijo o hija de ambos".

Este fuerte discurso marca la relación entre el poeta, su poética y su vida pública. Porque si bien la alta poesía de Gelman no es política sino que transcurrió por muchos carriles, es indudable que su lucha por la aparición con vida de su hijo, su nuera y la búsqueda de su nieto se convirtieron en un símbolo no sólo para los argentinos sino también para todo el mundo del drama que vivió nuestro país (el 26 de agosto de 1976 la dictadura militar secuestró a sus hijos Nora Eva, de diecinueve años de edad, y Marcelo Ariel, de veinte, y a la mujer de éste, María Claudia Iruretagoyena, de diecinueve, embarazada de siete meses, quienes pasaron a engrosar la lista de los detenidos-desaparecidos. Nora Eva apareció después, a diferencia de su hermano y cuñada. Su nieta nació en un campo de concentración y hace poco se reencontró con su abuelo en el Uruguay).

Más allá de este simbolismo, es indudable que la poesía de Gelman se encuentra entre las más originales producidas en castellano en la segunda mitad del siglo veinte, y particularmente en la Argentina. Ya en 1956, cuando se publicó su primer poemario, “Violín y otras cuestiones”, el reconocido poeta Raúl González Tuñón apuntaba en el prólogo que “Juan Gelman irrumpe dignamente en la poesía de habla española y el circulo universal de la rosa. En su libro palpita un lirismo rico y vivaz y un contenido principalmente social, pero social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”. Para entonces Gelman contaba tan sólo con veintiséis años y Tuñón era un poeta consagrado. En este libro está el famoso poema “El caballo de la calesita” que comienza con estos versos: “Trajín, ciudad y tarde buenos aires. /Aire de plaza, ruido de tranvía. / (Galopando una música de tango/ gira el caballo de la calesita)”. Se dan en esta cuarteta algunas de las características principales de su poesía: ciudad, buenos aires, niñez, sol, invención. Se traslucen aquí la influencia del mismísimo Tuñón, Horacio Rega Molina y José Portogalo.

Luego de Violín y otras cuestiones editó en 1962 el consagratorio “Gotán” (antes había publicado otros dos poemarios:“El juego en que andamos”, 1959, y “Velorio del solo”, 1961). “Esa mujer se parecía a la palabra nunca” es su primer y celebérrimo verso. Por ejemplo, “Mi Buenos Aires Querido”, que fue musicalizado por el cantante de rock Juan Carlos Baglietto, demostrando de esta forma que la trascendencia de Gelman escapa al encasillamiento generacional.

Gelman introduce en su poesía el habla popular como no lo había hecho nadie hasta entonces. Su coloquialismo está lejos del pintoresquismo o del lunfardo académico. Por el contrario, sienta sus bases en el ejemplo del poeta peruano César Vallejos donde, según Gelman, “lo conversacional y lo coloquial no están registrados burocráticamente sino como maravilla del habla popular.”. También podría citarse en su búsqueda estética los ejemplos de los poetas norteamericanos T.S.Eliot (1888-1965), sobre todo en su “La Tierra Baldía”, donde se introducen diálogos del lenguaje callejero de Londres, así como Ezra Pound (1885-1972) y Edgar Lee Master (1869-1950) y su famoso poemario “Spoon River”. Esta obra está presente en poemarios de Gelman como “Los poemas de Sydney West”, de 1965.

Otra influencia importante en Gelman fue sin duda el italiano Cesare Pavese (1908-1950). “Tiendo a considerar cualquier especie de lengua literaria -afirmaba el bardo italiano en 1934- como un cuerpo cristalizado y muerto, en el cual solamente a fuerza de transposiciones y de injertos de uso hablado, técnico y dialectal, se puede nuevamente hacer correr la sangre y vivir la vida”. Esta afirmación bien podría aplicarse al poeta argentino, cuyo lenguaje lleno de ruptura y de usos dialectales, especialmente del porteño, quiebran la tradición sin olvidarla, renovándola. Otro punto de contacto entre ambos poetas es la llamada “poesía-relato” en la medida en que los poemas de Gelman guardan aparentemente un desarrollo lógico que se quiebra por la introducción de elementos fantásticos, evitando la retórica “Al que extraño es al viejo león del zoo,/siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,/,me contaba sus aventuras en Rhodesia del Sur/ pero mentía, era evidente que nunca se había movido del Sahara.//...Lo extraño mucho verdaderamente,/ sus ojos se llenaban a veces de desierto/ pero sabía callar como un hermano/ cuando emocionado, emocionado/ yo le hablaba de Carlitos Gardel” (de “Anclao en París, de Gotán). Aquí juega con la nostalgia típica del porteño, el exilio político, el humor (“los dos o tres cazadores ingleses que se había comido/le provocaban malos recuerdos y aún melancolía, /”las cosas que uno hace para vivir” reflexionaba/ mirándose la melena en el espejo del café”) y la memoria popular del tango. Tal como señala el poeta Jorge Boccanera, “la articulación de la realidad con esa voluntad de transgredir es acaso el rasgo distintivo de la poesía de Gelman”.
Gelman no excluye de su obra la inspiración por más que se ve a través de sus libros una férrea voluntad de buscar en el lenguaje todas sus facetas, hollar en sus palabras hasta encontrar la novedad y el asombro. “Uno no se puede sentar a escribir poesía -afirma Gelman- y esto diferencia a la poesía de otras disciplinas literarias. Además en poesía no se escribe lo que se quiere sino lo que se puede”.

La obra de Gelman es vasta, con muchos registros. Además de los libros mencionados, publicó los siguientes títulos: “Cólera buey”(1965); “Los poemas de Sydney West” (1969); “Fábulas” (1971); “Hechos y relaciones” (1980); “Sí dulcemente” (1980); “Citas y comentarios” (1982); “Hacia el sur” (1982); “Exilio”, en colaboración con Osvaldo Bayer (1984); "La junta luz” (1985); “Com/posiciones (1986); “Anunciaciones” (1988); “Interrupciones I y II” (1986-88); “Carta a mi madre” (1989); “Salarios del impío” (1993); “Dibaxu” (1995); “Incompletamente” (1997); “Tantear la noche” (2000);“Valer la pena” (2001); “País que fue será” (2004); “Miradas”(2005); “Mundar” (2007)

La belleza de todo lo creado

“sin prisión/ ni reglamento aprendido/vaga mi alma/echa más chispas que/tía adelaida cuando hacía sus negocios con Dios/le daba unciones y subidos silencios”. Con esos versos comienza el poema “La belleza de todo lo creado”, incluido en el poemario “Interrupciones II”. Gelman no se quedó en el éxito de “Gotán” sino que siguió profundizando su huella, en el lenguaje, creando otros registros, a tal punto que se puede afirmar que su poesía es idéntica a sí misma pero siempre diferente. “Si hay algo que nos traen hoy los poemas de Juan Gelman es una actitud, una manera a la vez reflexiva instintiva de buscar lo que de veras somos sin las simplificaciones a veces suicidas que nos han arrojado tan lejos de lo nuestro” sostuvo Julio Cortázar.

Gelman se inventa a sí mismo en cada nuevo poemario. Sin apartarse de la tradición de la lengua castellana busca, por ejemplo, enmascarándose en el ladino (un dialecto judeoespañol que hablaban los judíos sefaraditas que habitaban en España antes de su expulsión en 1492 y que utiliza hábilmente en el poemario “dibaxu”), los acentos olvidados de nuestro lenguaje, renovándolo, sorprendiendo al lector. Cortázar señala que “cuando Juan convierte el sustantivo dictadura en un verbo, la primera reacción en la lectura rápida es de sorpresa y casi de escándalo, se mira el verso como si estuviera afeado por una errata de imprenta, y de pronto se da el salto y se descubre la riqueza de esa metáfora tan profundamente ligada con nuestra realidad”.

“Empecé a escribir de chico, a los 8 o 9 años, y seguí haciéndolo a lo largo de la adolescencia” declaró Gelman en un testimonio brindado en 1987 a la revista “Crisis”. A él no le gusta que lo encasillen en ningún tipo de poesía. Por ello afirma que “en lo personal me siento identificado con la poesía, cualquiera sea su estilo, la corriente, etc. Es decir, cuando hay un poeta de verdad y afortunadamente en nuestro país y en el continente no son pocos los poetas de verdad”. Por ello, cuando Gelman habla de realidad, está hablando del mundo en toda su complejidad, desde la vida cotidiana y nimia hasta el contexto social, sin olvidar el elemento fantástico que siempre está presente en la poesía. “Hay que hundir las palabras en la realidad hasta hacerlas delirar como ellas” nos dice José Galván, heterónimo de Gelman en el poemario “Hacia el sur”. Otros heterónimos suyos son Don Pero, John Wendell y Yamanokuchi Ando. “Inventé terceros -dijo Gelman- y los publiqué de esa manera en parte porque constituyen así una provocación a las corrientes populistas en boga, que suponen que una poesía es nacional -o no- si menciona -o no- los sitios y otras anécdotas de la nación. Esas corrientes no advierten que una poesía nacional no es cuestión de voluntad y mucho menos de exterioridad. Es una cuestión de idioma, y el idioma es una manera de entender el mundo y aun de enfrentarlo y padecerlo”.

Un siete de enero de 1988, hace casi ya veinte años, la Cámara Federal de la Argentina autorizaba el regreso al país de Juan Gelman. Se le otorgaba la eximición de prisión bajo caución juratoria. Tenía ordenada su captura desde 1985 en una causa iniciada por el juez federal Guillermo Pons bajo el cargo de asociación ilícita. Gabriel García Marquez, Alberto Moravia, Graham Green, Octavio Paz y Vargas Llosa, entre otros prestigiosos intelectuales del mundo, reclamaban contra su proscripción judicial. Ese mismo año, Gelman regresó al país en junio luego de trece años de exilio. El premio Cervantes lo deja definitivamente dialogando con su admirado Jorge Luis Borges. Ambos son los máximos referentes de la poesía argentina, mal que les pese a muchos que los consideran incompatibles. Los dos están indisolublemente ligados a Buenos Aires y el tango, de donde sacan motivos y lenguaje. El autor de “El Aleph” desde el barrio de Palermo, Gelman desde Villa Crespo. Ellos representan junto a José Hernández, autor del Martín Fierro, la riqueza de la poesía argentina, en un país donde este género carece de apoyo estatal, donde “hacer el verso” es una forma despectiva de referirse al discurso del otro pues “el verso” sería sinónimo de engaño. Quizá ahora comprendan los argentinos que tanta prosa precisa los ha alejado de sus mejores sueños.
Daniel Chirom

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