miércoles, 23 de abril de 2008

Jean-Marc Desgent

Del libro “Siglos veinte”

Ella hace la maleta que revienta,
la mochila caqui de los caballeros de la encarnación.

Amo a una mujer y a todos sus habitantes: hordas de
muletas, guarniciones de lisiados, tropeles de harapo,
paseantes, niñas vueltas cadáver de mi corazón, soldados
de abandono. Son millones, esta mujer habitada.

El sol avanza con pañuelos, rizos y pequeños corazones
(eso está envuelto, es puro regalo, soy yo rápido de
cuerpo, lo dice la boca de sombra), me han mirado
pasar, estoy afuera del cielo (cada vez que entro, estoy
afuera): Es calle cálida, amplia luz, voy hasta los cuerpos
numerosos, estoy adentro o en el alma de la lengua suelta.

2

Hay el ser sentado que espera, hay el hombre como
yo, una cajetilla vacía en la mesa, siempre un pequeño
desastre, de ahí la imaginación de la piel, de la ceniza
que vuela, traigo una sonrisa, traigo la gran oscuridad.
Cuando se me ve, es por mucho tiempo. Todavía puedo
permitirme llegar.

Observo al ser celeste. Ella tiene unas maneras que me
dejan ahí. Me vuelvo la opacidad cde sus labios, no
aquellos tocados por la ira, sino por el odio, ella es la
quemadura, sólo eso, sin vapor, sin ideas. Todavía no
tiene la obscenidad de saber.

Tengo las inocencias de algunas palabras desechadas.
Tengo la entidad de los bellos músculos, la perfección
de los adolescentes cuando los adolescentes van muy
lentamente por la calle.

Pero me convierto en mi propia fealdad, los fragmentos
caen sobre mis hombros. Mi estado guerrero ya no
es bienvenido, mis caricias ya no hacen agua la boca,
no tengo suficientes ángeles. Por eso tengo los espacios
cerrados, portales de besos dados, no dados.

Hay que ver al pájaro, a la persona, a la flor, un detalle
del sexo, todo el desdeo del tobillo que un humo
azul dibuja, todo junto, subiendo, girando. Ella es la
ofrenda de la guerra que es la cosa más verdadera del mundo.

3

Soy corazones que comen, estuve ne la locura, estuve
en la cárcel /seis meses….es la celda, seis meses….es
demasiado breve para alguien). He dado mi vida, lo
he dado todo, tuve éxtasis, fabriqué explosivos: ruido
de los cuerpos que caen en el suelo, que suben al cielo,
todo empieza por ser muy carne, luego muy claro,
luego venganzas y fragmentación, luego se vuelve
durmiente, moribuenod. He sentido la sangre que
vibra, he amado el pensameiento, especie de acantilado
del que uno cae. Son muchos sueños, muchas
singularidades para nada. Siente miedo. Se derrama.
Me dejará. Sofoca el fuego que me ha salido de la cabeza.

4

Digo la desgracia de los pies arrastrados, de los muslos
tocados, digo el abismo, la fisura del universo en un
pubis. Quemen las bodegas, quemen a todos los que
amamos, el provenir será el peor de los inviernos y ya
no les podremos confiar nada a las muchachas blancas
como sábanas. Yo mismo soy un desconocido. Resuelvo
el asunto del ser, de la Tierra, busco el gran final, el
cataclismo, porque son demasiados seres vivientes,
realmente demasiados

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